Romanzas de Dúos y Zarzuelas



Detalles



DS-0146
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11 €

Romanzas de Dúos y Zarzuelas
Francisco Alonso


Orquesta Filarmónica de Málaga
Director: Juan de Udaeta


1. Romanza(de “Rosa la Pantalonera”) 3'45

 

2. Habanera (de “Rosa la Pantalonera”) 3'17

 

3. Claveles Granadinos (de “24 horas Mintiendo”) 2’58

 

4. Canción de la Reja (de “Forja de Almas”) 2’58

 

5. Pasodoble (de “Forja de Almas”) 2,44

 

6. Romanza (de “Curro el de Lora”) 3’28

 

7. Dúo (de “Curro el de Lora”) 9’00

 

8. Raconto de Curro (de “Curro el de Lora”) 3’32

 

9. Bolero (de “Curro el de Lora”) 3’48

 

10. La Cautiva (“Canción Morisca”) 3’25

 

11. Cesticas de Fresa (“Pregón granadino”) 3’36

 

12. “La Carcelera” (“Canción Andaluza”) 2’55

 

13. Pasodoble (de “La Rumbosa”) 4’06

 

14. Dúo de Maribel y Montiel (de “La Picarona”) 4’14

 

15. Bolero (de “La Castañuela”) 2’33

 

16. Danza Gitana     5’53

 

17. Nana Murciana     3’59

 


Acerca del disco

El compositor granadino Francisco Alonso, –“el maestro Alonso”, como era conocido en su época–, pertenece a la segunda saga de compositores líricos del siglo XX, que conocemos como Generación de los Maestros, y que engloba además a José María Usandizaga, José Padilla, Juan Vert, Reveriano Soutullo, Federico Moreno Torroba, Jacinto Guerrero, Pablo Sorozábal, Conrado del Campo o Jesús Guridi, por citar sólo a los más ilustres. Compositores definibles todos por su gran producción lírica que nos deja uno de los períodos más productivos de la historia de la zarzuela española.

 

Francisco Alonso López, (Granada, 9-V-1887; Madrid, 18-V-1948), nació en el seno de una familia de la burguesía acomodada granadina de finales del siglo XIX. Se formó en su ciudad natal inicialmente con su madre, pianista aficionada y posteriormente con Antonio Segura Mesa, también maestro de Federico García Lorca y de Ángel Barrios, y con Celestino Vila Forns, maestro de capilla de la catedral. Inició y abandonó la carrera de medicina para dedicarse a la música de forma profesional, como lo habían hecho Barbieri y Chueca.

 

Como predestinado para la lírica, a ese género dedica sus primeras composiciones, estrenando en las Escuelas Pías de Granada tres obritas con libreto del canónigo y rector del colegio del Sacromonte Manuel Medina Olmos: La primera gracia, Escuelas del Ave María y El día de inocentes, siendo esta última la primera obra editada del compositor. Con ellas iniciaba el maestro Alonso una de las carreras más prolíficas de nuestra lírica, con más de ciento setenta obras, entre las que se cuentan algunos de los títulos más famosos de la zarzuela del siglo XX: La parranda, La bejarana, Las Leandras, o La calesera.

 

Granada no era un lugar propicio para una carrera lírica como la que estaba en el ánimo del compositor y Madrid apareció como el lugar adecuado para iniciarla. Con su llegada a la capital en 1911 Alonso se integrará en la vida teatral de esta ciudad, que está viviendo los años más explosivos de la zarzuela con varios teatros estrenando obras, capitaneados por el mítico Apolo, donde se presentaba una producción zarzuelística casi industrial, y donde centenares de obras nacían y morían con su estreno. Muy pronto, en los años veinte, llegarán los primeros grandes éxitos como La linda tapada, La bejarana, La parranda y, sobre todo, Las Leandras.

 

Cuatro compositores destacaban en aquellos momentos de manera especial, Amadeo Vives, Pablo Luna, José Serrano y Francisco Alonso. Ellos son los que inician la revitalización de la Zarzuela Grande con obras de gran envergadura, que se han constituido en símbolos del género y en las obras más interpretadas y grabadas en estos momentos. Vives consigue con Maruxa, 1914, y Bohemios, 1920, éxitos clamorosos y, sobre todo, con Doña Francisquita, 1923, obra que supone la restauración de la zarzuela grande. Inmediatamente se incorporarán a este camino Jesús Guridi, José Padilla, Federico Moreno Torroba, Jacinto Guerrero, Pablo Sorozábal y el propio Francisco Alonso con un peso especial con obras tan significativas como La linda tapada y La bejarana, 1924, La calesera y Curro el de Lora, 1925, La parranda, 1928, La picarona, 1930, Me llaman la presumida, 1935 o Manuelita Rosas, 1941; algunas de ellas protagonistas de este CD.

 

Desde sus comienzos el maestro Alonso simultaneó en sus producción todo tipo de obras obras musicales: zarzuela grande y chica, revista, sainete, comedia musical, etc. En los años 20 estrena numerosas revistas junto a zarzuelas como La bejarana, La linda tapada y Curro el de Lora. En los años 30 alterna zarzuelas como La picarona, La carmañola o Me llaman la presumida con algunas de sus revistas más famosas, Las leandras, Las castigadoras y Las de Villadiego.

 

A partir de la llegada de la República y hasta avanzada la posguerra, su dedicación más destacada fue a la revista y al espectáculo arrevistado, con títulos que animaron el triste ambiente del Madrid de aquella época. Las leandras, estrenada en 1931 es todo un símbolo del nuevo estilo, enraizada en el mundo social de los primeros momentos de la República y con varios números que trascendieron a toda la hispanidad como el Pichi, el pasacalle de Los nardos, la java Ay, qué triste ser la viuda, o la habanera, Dile al gomoso, auténticos iconos de toda una época. Sin embargo, no por eso abandonó la zarzuela, con títulos como Rosa la pantalonera, La zapaterita, Manuelita Rosas y su obra póstuma, Cayetana la rumbosa.

 

 

En el presente CD se recogen una serie de páginas que el maestro Alonso nos legó a lo largo de su vida. Claveles granadinos forma parte —es el número 10— de la comedia lírica 24 horas mintiendo, estrenada en el Teatro Albéniz en 1947; es uno de los momentos más famosos de esta obra. Se trata de una típica canción española dentro de la estética que se empleó desde finales del siglo XIX en el género chico, con las dos partes características de copla y estribillo, a las que en esta grabación se le añade al comienzo y como cierre una pequeña rondalla con el tema principal, añadida por el maestro Manuel Moreno Buendía. Claveles granadinos está realizada en “tiempo de pasodoble” y atesora una de las cualidades más destacadas del maestro, la belleza de su melodía, no en vano Alonso es uno de nuestros más grandes melodistas.

 

Los dos cortes siguientes, Pasodoble y Canción de la reja, forman parte de la película Forja de almas de Eusebio Fernández Ardavín, estrenada en 1943. El Pasodoble fue concebido originalmente para banda, pero aquí se grabó en una versión orquestal, debida a la mano del maestro Benito Lauret, recientemente desaparecido. Se trata de un típico pasodoble de carácter militar. La Canción de la reja es una obra de carácter andalucista con la estructura formal de copla y estribillo, y dentro del ambiente puesto de moda entonces en el mundo del cuplé y en los números más populares de la zarzuela de comienzas de siglo. Recoge las típicas características de la música andalucista como son los ayeos, las cadencias y decoraciones andaluzas, o la presencia de la guitarra como elemento acompañante.

 

En el corte 4 se recoge de nuevo otro de los pasodobles más famosos de Alonso. Se trata de un número de su sainete Cayetana la Rumbosa, estrenado en el Teatro Calderón en 1951 con texto de Pilar Millán Astray y Luis Fernández de Sevilla. Este pasodoble fue orquestado por Victoriano Echevarría entonces director de la Banda Municipal de Madrid y tuvo una vida propia e independiente en las bandas españolas que convirtieron a Alonso en uno de los autores más interpretados.

 

Los cuatro números siguientes de este CD pertenecen a una de las obras cumbres de Alonso, desgraciadamente poco conocida, Curro el de Lora. Esta zarzuela en dos actos con magnífico libreto de José Tellaeche, fue valorada de manera especial por el maestro, quien siempre albergó el proyecto de convertirla en ópera. La falta de éxito en su estreno del Apolo en la temporada 1925-26, le produjo un gran desencanto, dado que la consideraba una de sus mejores producciones y, desde luego, había vertido en ella lo mejor de su sabiduría lírica. En Curro el de Lora está presente la influencia del verismo pucciniano tan de moda en la España de comienzos del siglo XX y una factura de ópera con gran vuelo instrumental. Sin duda el público del Apolo de aquellos años acostumbrado a la diversión fácil no estaba preparado para una obra de la que el dramaturgo y crítico Rafael Marquina dijo en El Heraldo de Madrid: “Todo en Curro el de Lora responde primordialmente a este concepto de dignidad estética que, si es siempre esencial y necesario, resulta más indispensable en el género zarzuelero tan mancillado y maculado por toda suerte de despropósitos, bajos arbitrios y pequeñas cuquerías… Todo en Curro el de Lora responde a un noble propósito de hacer con los elementos populares y castizos una obra de arte en la que lo sustancial y humano halle feliz investidura en lo artístico”.

 

El primer número –séptimo del primer acto de la obra-, es el racconto de Curro, “De nuevo al verla”, para voz de barítono, un momento en el que se detiene la acción y se deja lugar para un fuerte lirismo, conducido por la melodía y la orquestación. El número siguiente, número 2 de la obra, lo constituye la Romanza de Curro, “Soy Curro el de Lora”, con predominio de una cantilación recitada, en dos registros diversos: una narrativa que da paso a otra más lírica y dramática, donde la orquesta adopta un gran protagonismo y con la que termina el número. Sigue el “Bolero”, número 10 de la obra, para orquesta sola; se trata de un número reservado para una de las danzas más hispanas de todos los tiempos que es el bolero. Finalmente un rasgueo de guitarra nos introduce en el ambiente del Dúo de Curro y Lola, número 4 de la obra, “Tu eres otro y yo también”, que es uno de los momentos más interesantes de la zarzuela. Se trata en realidad de una suite de temas donde aparecen el del amor, el odio y el reencuentro. Alonso se acoge a una compleja estructura poliseccional, con cambios de tempo, ritmo y carácter, en la que los dos personajes centrales Curro y Lola expresan las alternativas de sus sentimientos.

 

El corte 9 de este compacto es la Danza Gitana que Alonso compuso para el Trío Iberia, estrenada en París en 1909. Dedicada a Ricardo Villa y premiada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, fue editada por Casa Dotesio en 1914. Compuesto originariamente para trío de guitarra, bandurria y laúd, fue brillantemente orquestado por el propio maestro que hizo de la citada obra una excelente página, en la que está patente el ambiente gitano de la música, basado en una melodía muy bella y característica y en una explosión de ritmo. Existe versión para piano, banda y orquesta.

 

El CD recoge a continuación dos canciones del maestro Alonso, La cautiva y Cestica de fresas. Como en la Canción de la reja, se trata de dos canciones dentro de la estética iniciada en el siglo XIX y denominada alhambrista o andalucista. La cautiva, con texto de Jerónimo Cruz, definida por el autor como “Canción morisca”, está dedicada a la cantante Lidia Ibarrondo y a su maestro Alberti de Gorostiaga y fue editada por Unión Musical Española en 1944. Cestica de fresas se define como “Pregón granadino” y tiene texto de Francisco Losada.

 

El siguiente corte lo constituye el Dúo, “Que soy picarona se dice de mí”, de La Picarona, zarzuela estrenada en el Teatro Eslava en 1930, sobre libreto de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román. En este dúo se encuentran los dos personajes centrales Maribel, soprano, y Montiel barítono, de nuevo con una estructura poliseccional en la que la música cambia de carácter, dejando lugar incluso para una pequeña jota, y con un fuerte interés canoro, incluso para momentos de virtuosismo.

 

Los dos siguientes cortes 13 y 14, pertenecen a Rosa la pantalonera, sainete en dos actos estrenado en el Teatro Príncipe de San Sebastián en 1939 por Maruja Vallojera, conocida como “la tiple del madrileñismo moderno”. La romaza de Rosa “Ni siquiera lo puedo pensar”, es el número 5 del primer acto y está dentro de las romanzas hispanas de fuerte carácter lírico; después de una breve introducción comienza un “tiempo de habanera” que imprime un fuerte carácter hispano. El siguiente corte es el número 8 de la misma obra ¡“Deja ya de trabajá!, que se inicia con un pequeño preludio orquestal de carácter andaluz, casi morisco, que da paso a un recitado, tras el que comienza una auténtica canción granadina, “Ay gitanita de Granada”, con los típicos ayeos, decoraciones y cadencias andaluzas. La obra pasa en ese momento a tempo Allegretto, ritmo ternario, cambia de tonalidad y en el texto se cita al Darro, el Albaicín o el Genil.

 

Muy distinta es la obra que sigue a continuación La Castañuela, donde Alonso hace clara referencia a estéticas dieciochescas. Se trata de un bolero de la zarzuela La castañuela, con libreto de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román, estrenada en el teatro Calderón de Madrid el 20 de enero de 1931. Es como un homenaje del maestro Alonso al espíritu del XVIII, y en el que lógicamente la castañuela tiene un especial protagonismo.

 

La muy conocida Nana murciana, compuesta dentro del espíritu de un género tan presente en la cultura española, como son las canciones de cuna. Está realizada a partir de un texto de Luis Fernández Ardavín, que firma una de las obras más conocidas del maestro, también de ambiente murciano, La Parranda, cuyo espíritu se ve al comienzo y a lo largo de la canción, como si el maestro tuviese en mente la citada zarzuela a la hora de componerla.

 

Se trata de una canción de cuna en la que se pide para el niño la protección de la Virgen de la Fuensanta y se menciona al Segura, como en el célebre Canto a Murcia. Como casi todas las nanas se basa en ritmos repetitivos e hipnóticos y con frases cuadradas, que se repiten en diversos registros. El acompañamiento orquestal, muy efectivo, contribuye a ese ambiente de recogimiento e intimidad que necesita una nana, basada en dos partes de alguna manera contrapuestas; la primera la nana propiamente dicha, muy contenida, y la segunda, que es un canto a la tierra de Murcia y a su Virgen de la Fuensanta de carácter más extrovertido, para volver al final en una especie de da capo, a la nana propiamente dicha.

 

EMILIO CASARES RODICIO